La corrupción del tránsito del Guayas
Hace más de cincuenta años se creó la Comisión de Tránsito del Guayas con el fin de modernizar y organizar el tránsito en esta provincia y, especialmente, en la ciudad de Guayaquil que a la postre era, y debe seguir siendo, la que más vehículos motorizados tenía en el país mientras la Policía Nacional de entonces estaba poco preparada para dirigir el creciente flujo de tránsito motorizado. Fue una magnífica idea no sólo porque el cuerpo de vigilantes y oficiales fue técnicamente preparado sino también porque, siendo en su mayoría de origen costeño y guayaquileño, representaban mejor a nuestra ciudad. Durante muchos años los habitantes de esta hermosa ciudad tropical nos sentimos orgullosos de esta institución que era un ejemplo de orden, educación y profesionalismo.
Con el correr de los años y desde al menos dos décadas, la institución viene deteriorando su eficiencia y disciplina y sus miembros perdiendo el sentido de honradez y responsabilidad. Se otorgan permisos para conducir a personas que no están preparadas para hacerlo; se ha descuidado y hasta abandonado la obligación de señalar adecuadamente las vías; no se trata siquiera de educar a conductores y peatones a transitar por las vías, respetando reglas básicas que dan seguridad y fluidez al tránsito; han establecido un sistema de coimas a los conductores que, por más que tratan, no lo pueden eliminar. En esta institución, de naturaleza claramente policial, ni siquiera tienen los oficiales ni la tropa una mínima disciplina que imponga un régimen de entrenamiento físico.
Hace poco más de dos años, un gobernador bien intencionado propició cambios importantes a las leyes y reglamentos que rigen a la institución con el fin de encauzarla. Sin embargo, pocos efectos positivos se ven en la Comisión. Sigue siendo el principal obstáculo para que Guayaquil logre lo que quiere ser: una ciudad moderna y ordenada, que no tenga que soportar la existencia de taxis-chatarra, un servicio de transporte público desorganizado -prácticamente caótico- o conductores que ni siquiera conocen reglas básicas. En fin, lo que la Comisión parece propiciar es la corrupción de tránsito del Guayas.
Guayaquil, por su parte, quiere y debe convertirse en la Singapur de América, en un emporio industrial y comercial: una verdadera Perla del Pacífico. Para eso necesita tener una policía que le garantice orden e higiene, seguridad, calidad del transporte público y educación vial, como la tiene cualquier gran ciudad del mundo. Es necesario, entonces, la conformación de una “Policía de Guayaquil” que asuma todas esas funciones, una institución que haga con firmeza lo que ahora hace la Policía Municipal, la Comisión de Tránsito e incluso la Policía Nacional, debiendo entregar a la Policía Judicial el seguimiento de los casos penales. Esa policía metropolitana, conformada con los mejores elementos de los actuales dispersos cuerpos de policía, tendría una amplia cobertura en la urbe y dependería directamente de la ciudad y su cabildo.
Esta completa policía de la ciudad puede -con empeño, buena dirección y asesoramiento especializado- montar un moderno sistema de vigilancia y control delincuencial que mejore la seguridad de la ciudad, elemento básico para que Guayaquil pueda brillar como emporio de progreso en Sudamérica. Esta policía debería también hacer cumplir las ordenanzas y contratos que controlan la limpieza, higiene y contaminación ambiental de la urbe. Con el correspondiente aporte del Estado y de la ciudadanía y sin padrinazgos del gobierno central, la Policía de Guayaquil se convertiría en un verdadero símbolo de la ansiada descentralización. Ciertamente, para que la renovada institución tenga éxito, deberá iniciarse y mantenerse un severo proceso de selección y capacitación del personal y una férrea disciplina que evite que caiga en los defectos de corrupción, desinterés, e irresponsabilidad que han corroído a la actual Comisión de Tránsito del Guayas.
Hay casos graves de putrefacción institucional que no se solucionan con cambio de gerentes, presidentes, directores, leyes o reglamentos. Puede ser más fácil, efectivo y seguro acabar y enterrar lo podrido y crear nuevas organizaciones sin los vicios de las muertas.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EXPRESO