El 15 de noviembre de 1922
Mucho se ha escrito sobre el trágico día en que una gran cantidad de trabajadores ecuatorianos murieron bajo el fuego de armas disparadas por nuestros soldados y policías. Hay controversia sobre la magnitud de la tragedia ocurrida en Guayaquil la tarde del 15 de noviembre de 1922, algunos dicen que los muertos fueron solo pocas docenas de personas, y otros que fueron acribillados miles de ciudadanos. Con el fin de aclarar los terribles sucesos, en los que según la novela “Las cruces sobre el agua” para esconder la gravedad de la matanza los cuerpos fueron arrojados al río Guayas, el miércoles pasado aprovechando una corta visita a la ciudad eterna de Roma, fuí al Archivo Secreto Vaticano en busca de información.
Encontré el “Informe Reservado de la Huelga General de Guayaquil” del sacerdote mercedario Carlos D. Cobo al Delegado Apostólico en Lima José Petrelli, fechado el 12 de abril de 1923, que da lo que puede ser una versión objetiva y equilibrada de los sucesos. Según el padre Cobo, el gobierno consintió que unos veinte o treinta mil huelguistas recorrieran las calles de la ciudad los días 13, 14 y 15 de noviembre, llegando estos a enardecerse porque el gobierno no decretaba la incautación de giros como lo exigían. El 15 en la tarde, los manifestantes se habían dividido en dos grupos, unos encabezados por los síndicos Trujillo y Puig y directores de la Gran Asamblea se dirigieron a la Gobernación en la calle Pedro Carbo para exigir la libertad de los apresados y el otro en la Av. Olmedo había desarmado a un gendarme y 14 soldados que custodiaban las urnas de las elecciones de consejeros municipales que ese día se realizaban. Luego se reunieron los grupos y avanzaron donde se hallaban los presos, las tropas del gobierno “creyendo, sin duda alguna que los huelguistas trataban de tomarse el cuartel, disparan sobre la muchedumbre y la desconciertan con un ataque inesperado”. Se inició entonces el saqueo de almacenes en busca de armas y los dos mil hombres de la tropa se desplegaron disparando a los asaltantes y dispersando a tiros de fusilería a los huelguistas.
Dice el informe de los hechos: “A las seis de la tarde, las calles de la ciudad estaban desiertas, el gobierno había triunfado en toda la línea; pero habían caído sin vida más de quinientos huelguistas. A continuación, la cruz roja recogió los heridos, y de los muertos, unos fueron sepultados, otros incinerados y algunos arrojados al río Guayas”.
Sin duda esa trágica tarde ocurrió la mayor matanza de ecuatorianos en la historia, más grave aún en número de muertos, que la ocurrida en Quito el 2 de agosto de 1810. Es sorprendente el parecido en las circunstancias de los dos terribles sucesos: pueblos enardecidos buscando la liberación de ciudadanos injustamente apresados y abusivos soldados disparando sin piedad contra desvalidas muchedumbres.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO