¿ABC o zar Rafael?
Algunos ecuatorianos nos hemos sorprendido con la actitud beligerante del Presidente Correa, especialmente aquella desatada en las últimas semanas contra los medios de comunicación, pero los que lo conocieron en sus años universitarios no se han extrañado tanto pues según he conocido, entonces sus amigos lo apodaban ABC por atolondrado, bocón y camorrero.
En los primeros tres meses de gobierno, el Presidente logró someter a su control al Tribunal Supremo Electoral, al Congreso Nacional, al Tribunal Constitucional y a otros organismos del estado. La prensa escrita, radio y televisión han dado cuenta de este éxito político que se ha debido a la popularidad de Rafael Correa, la habilidad de su ministro de gobierno, la torpeza de sus opositores y al temor generado por bandas de garroteros aupados en una complaciente actuación policial. El editorial del diario “La Hora” que ha provocado la indignación presidencial daba cuenta de esto último y no se aleja de la verdad en su opinión sobre los últimos acontecimientos políticos.
La popularidad del Presidente se debe a que representa una esperanza para muchos ecuatorianos de que se realicen cambios políticos y económicos que signifiquen prosperidad para los ciudadanos, pero tan rápido como ha subido pudiera caer si el Presidente no aprende a controlar sus excesos verbales y termina la malhadada pretensión de acallar a la opinión pública a través de la utilización de leyes arcaicas igual como sucedía en regímenes totalitarios.
La prepotencia y autoritarismo de Rafael Correa han sido evidentes desde el inicio del gobierno pero su proceder ante “La Hora” y la deplorable actuación en la rueda de prensa del sábado pasado en la cual expulsó a un periodista invitado por no estar de acuerdo con su criterio y utilizó a jóvenes para proferir un soez improperio contra otro, denotan un nivel de intolerancia y vulgaridad que no llevan a elevar la “majestad” del cargo que el mismo pretende exigir que se respete.
Hay muchas actuaciones del Presidente y sus funcionarios que nos dan la ilusión de que se lucha con buena fe contra la corrupción e ineficiencia estatal porque compartimos el anhelo de un Ecuador más justo y solidario con los pobres, pero si el Presidente no actúa respetando la libertad de expresión y prensa y acatando principios democráticos esenciales como la independencia de poderes, se van a opacar las hasta ahora aparentes buenas intenciones del régimen.
El Presidente Correa no podrá silenciar la libertad de expresión a la que los ecuatorianos estamos acostumbrados desde que la revolución de Alfaro se impuso sobre regímenes retardatarios y que aprendimos a usar con el ejemplo de Montalvo en su lucha contra las dictaduras de García Moreno y Veintimilla. Si Rafael Correa no aprende a respetar opiniones adversas y corregir errores, más temprano que tarde perderá el favor ciudadano. Pocos sabíamos que en su época universitaria lo conocían como ABC, ahora he oído referirse a él como zar Rafael, por su actuación intolerante.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO