Taurazo en Quito
Los trágicos sucesos del último día de septiembre pasado se me han parecido demasiado a los del 16 de enero de 1987, cuando León Febres Cordero cometió la imprudencia de visitar la principal base aérea del Ecuador, a pesar del malestar que existía por la rebelión del Gral. Vargas, líder de la FAE, y el castigo a él impuesto. El jueves anterior, el Presidente Correa tuvo la irreflexión de entrar a un cuartel sublevado y nadie poseyó la sabiduría de advertirle que no lo haga, sobretodo, cuando se vio la ofuscación de la tropa luego de fallar el primer intento de dialogo.
Enhorabuena que todo terminó con respeto al orden constituido, y salvaguardada la vida del Presidente, como también sucedió en los trágicos eventos de Taura. Entonces como ahora, los vicepresidentes Blasco Peñaherrera y Lenín Moreno mantuvieron una actitud digna y democrática, el alto mando del Ejército respaldó al Jefe de Estado pidiéndole reflexión en sus acciones, y los congresistas, o asambleístas, se mantuvieron expectantes.
Lo que si fue muy diferente fue la cobertura de los medios, durante el taurazo muchos canales y emisoras privados daban sus versiones de los hechos informando al público la situación; el jueves pasado, durante seis horas, solo vimos y escuchamos mensajes oficiales, el gobierno decretó una cadena obligatoria e indefinida. Hasta las ocho de la noche en que fue interrumpida la imagen y voz oficial, los ciudadanos no estaban suficientemente informados de lo que sucedía en la calle, saqueos, asaltos e inseguridad en que se encontraban barrios de Guayaquil y de otras ciudades del país, por la imprevista y audaz rebelión policial.
Los ecuatorianos que amamos al país y queremos el fortalecimiento democrático e institucional, nos abochornamos con lo sucedido; como es lógico, la comunidad internacional apoyó irrestrictamente al Presidente ecuatoriano, observando atónita lo que pasaba en nuestro país.
Espero como muchos ciudadanos, que Rafael Correa reflexione sobre lo pasado, sea más sensato, entienda que la libertad de expresión y prensa deben ser respetadas en beneficio de la democracia y permita que la Asamblea sea el poder legislativo, sin imponerle a través del veto su personal criterio sobre todas las leyes. Debe entender que exigir la aplicación de todas sus propuestas legales, aunque las considere imperfectibles, no es bueno para la tranquilidad y bienestar de la patria.
Las fuerzas policiales, guardianes de la seguridad y el orden público, no pueden sublevarse, por más molestas que estén por acciones estatales, su obligación es someterse a los mandos, y a través de ellos encauzar sus pedidos. Es insólito e inaceptable agredir, como lo hicieron, a la majestad presidencial. Estos actos tienen que ser castigados, para que algo similar no vuelva jamás a ocurrir.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO