Subsidios y Pobreza

Publicada el 26 julio, 2002

La relación entre subsidios y pobreza a la que me refiero en este artículo es la que se da entre el aumento de multimillonarios subsidios agropecuarios, cada vez más amplios y frecuentes, en los países más ricos del mundo – los Estados Unidos, la Comunidad Europea y el Japón – y el aumento de la pobreza en países africanos, asiáticos y latinoamericanos.  En efecto, según Nicholas Kristof, editorialista del Herald Tribune, los países mencionados gastan 350 miles de millones de dólares cada año en subsidiar la agricultura en sus naciones y estos dineros producen excesos de producción que bajan los precios de los productos agrícolas empobreciendo más a los pobladores rurales de los países menos desarrollados.

El gasto que realizan las naciones más prósperas en subsidiar su agricultura es siete veces mayor que toda la ayuda que llega a los países más pobres, con la paradoja de que gran parte de esa ayuda consiste en alimentos excedentes causados por esos subsidios. Los enormes subsidios agrícolas de los países ricos se dirigen a agricultores nacionales con elevado estándar de vida e impiden con sus precios, artificialmente reducidos, el progreso de los sectores agrícolas de los países en vías de desarrollo.  Mientras estas políticas perniciosas persisten y crecen, como demuestra la nueva ley que eleva a 180 mil millones de dólares los subsidios estadounidenses a su agricultura,  esas mismas naciones impulsan un libre comercio que de darse bajo esas condiciones ayudaría a agrandar aún más las diferencias de riqueza entre las naciones del mundo.

Un ejemplo práctico de las consecuencias del retraso que en los países pobres ocasiona la política de subsidios de los ricos está en la desaparición de la producción de algodón en Ecuador.  Hace dos décadas habían en la zona de Pedro Carbo y en el sur de Manabí cerca de doce mil hectáreas de cultivos de esa fibra cada verano; hoy son muy pocas.  Por las condiciones del clima y del suelo, muchas de las tierras de la Península de Santa Elena podrían utilizarse en producción algodonera utilizando así las millonarias inversiones realizadas en el trasvase de aguas si no fuera por los millonarios subsidios agrícolas.  La producción algodonera norteamericana se ha duplicado en los últimos veinte años gracias a dos mil millones anuales que entrega el gobierno a sus  cultivadores. No sólo que no podemos pretender exportar algodón ante esa injusta competencia sino que nuestra industria textil se ha convertido en un importador de la fibra estadounidense subsidiada.

La existencia de estos subsidios en los países ricos tiene que ser considerada como punto vital en las negociaciones de acuerdos de libre comercio entre éstos y las naciones en vías de desarrollo.  O se eliminan o los ricos deberán de subsidiar también la agricultura de los más pobres.  Estas consideraciones están en el tapete de las negociaciones entre la Comunidad Europea y sus futuros socios de Europa Oriental, y ciertamente deberán de estar en las que promueven los Estados Unidos para alcanzar un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Dr. Benjamín Rosales Valenzuela

Publicado en: Diario EL COMERCIO

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