Plenos Poderes
La Asamblea de Montecristi, como venían anunciando Rafael Correa y Alberto Acosta, aprobó en el Mandato Nº 1 que sus decisiones son superiores a “cualquier norma de orden jurídico y de obligatorio cumplimiento para todas las personas naturales, jurídicas y demás poderes públicos sin excepción alguna”. Al hacerlo, los asambleístas de Alianza País y sus aliados desacataron el mandato popular del estatuto preestablecido en la convocatoria a la Constituyente que determinaba que los plenos poderes eran “para transformar el marco institucional del Estado, y para elaborar una nueva Constitución”, y que estos cambios entrarían en vigencia con la aprobación en referéndum de la carta fundamental.
Esta Asamblea con poderes totales tiene el estilo de algunas convenciones ecuatorianas del siglo XIX, sobre todo de aquellas que tuvieron un gran elector como la del General Flores en 1843 o la de García Moreno de 1869, que dictó la famosa “Carta Negra”. Las Constituciones que salieron de esos concilios tuvieron muy corta duración, sus textos no reflejaron el verdadero sentimiento nacional y la aspiración de progreso de los ciudadanos, por la excesiva influencia personal de sus mentores. Ojala que el Presidente Correa, que ha acumulado un poder mesiánico mayor que el de cualquier otro líder nacional en el siglo XX, incluyendo a Velasco Ibarra o León Febres Cordero, no cometa los mismos errores. Mal comienzo han sido las primeras sesiones de Montecristi, se han usado las mismas prácticas “aplanadoras” que la vieja partidocracia aplicó en los últimos congresos y en la elaboración de la Constitución que nos rige. ¿O debo decir que nos regía?
Sin embargo de este mal inicio, mi natural optimismo me permite guardar una leve esperanza de que la Asamblea haga los cambios que el pueblo desea para progresar en el suelo patrio. No es justo que desde hace una década las familias ecuatorianas se dividan por la necesidad de muchos ciudadanos de emigrar a lejanas tierras para encontrar trabajo. Basta ya de un estado ineficiente y corrupto que impide que explotemos eficazmente los recursos que nos ha dado la naturaleza y que se invierta en el desarrollo de los habitantes de menor nivel económico.
Tiene la Asamblea que escuchar a todos los que la conforman y oír a todos los que quieran participar con sus ideas, hoy en día, los sistemas de comunicación lo permite. Debemos esperar que los asambleístas de Alianza País, a pesar de que están ahí gracias al gran poder electoral del Presidente Correa, actúen con mentes lucidas sin someter su personal criterio a nadie. Esperamos que el dogmatismo de Alberto Acosta se modere con el pragmatismo de Rafael Correa. Debemos confiar en que Correa en sus viajes vea cuales políticas hacen que unos países progresen y cuales que se empobrezcan. El es el líder que ostenta los plenos poderes, si los utiliza bien, podremos tener una Constitución que dure cien años, si no, será una más de las veinte que se han implantado en el Ecuador en menos de ciento ochenta años de vida republicana. La esperanza es lo último que muere.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO