La Pesadilla del 30 S
Yo iba a salir de mi casa tarde ese día, debía ver un programa en TV, cuando sorprendido vi lo que sucedía en el principal cuartel de Policía de Quito, el Presidente hablaba desde un balcón, peleando iracundo contra una exaltada masa de gente, luego era empujado y maltratado por una turba que impedía su salida. Inexplicablemente no tenía suficiente escolta y su integridad corría peligro, era insólito lo que estaba pasando. Fue un momento muy grave, si alguien quería atentar contra el Presidente, ese era la ocasión. Me sentí abochornado como ecuatoriano, ¿cómo podía suceder algo así en pleno siglo XXI? ¿Por qué se expuso el mandatario a ese ultraje y riesgo? Cuando el Presidente ingreso al hospital policial, el peligro mayor había pasado.
Sin embargo, eso no fue lo único vergonzoso que ocurrió ese día, además del rambístico, probablemente excesivo, operativo rescate militar, los saqueos de locales comerciales en Guayaquil y otras ciudades del país desnudaron la baja moral de decenas de inescrupulosos ciudadanos. Como desafortunadamente era de esperarse al no haber resguardo policial, muchos delincuentes salieron a hacer su agosto, asaltaban abiertamente en vías importantes a peatones y conductores. Parecía que vivíamos una horrible pesadilla.
Pocos días después salimos de vacación fuera del país con mi mujer. Durante esta vimos por televisión como una nación latinoamericana daba al mundo una lección de organización en el rescate a los mineros atrapados cientos de metros bajo tierra. Disfrutamos de caminatas matutinas en lugares donde la seguridad ciudadana lo permite. Pensamos que al regresar al Ecuador, al menos se habría resuelto el problema que ocasionó la sublevación policial, pero es muy distinta la realidad.
El Presidente Correa está obsesionado en encontrar culpables de una supuesta conspiración. Cuando se reunió con el Presidente del Perú, en vez de hablar sobre la apertura del comercio amazónico, del cual no nos beneficiamos aún luego de doce años de la firma de la paz, habló de los eventos de Septiembre 30, insistiendo en un golpe de estado que nunca ocurrió y en que no habrá perdón ni olvido para los culpables. En las restablecidas peroratas sabatinas, el mandatario sigue descalificando a los que no coinciden con sus apreciaciones, le tocó el turno al director del hospital. Sus sugerencias son órdenes para obsecuentes fiscales y jueces. Ya arrestaron al Coronel Carrión, acusado de atentar contra el Presidente, a pesar que evidencias indican que él fue quien abrió las puertas que pusieron a un Correa desmayado a buen recaudo.
Siento que esta pesadilla de farsa y cinismo no termina, que no haya dialogo con respeto, ni búsqueda de solución de los graves problemas de seguridad nacional y ciudadana. Si el Presidente no cambia su actitud pendenciera, pobre es el futuro del país.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO