¡Hasta luego!
Hace más de doce años acepté la invitación de doña Guadalupe Mantilla para escribir en esta centenaria tribuna de opinión pública. Al inicio lo hice esporádicamente, luego me comprometí a hacerlo quincenalmente, y desde el junio del 2006 redactó esta columna semanalmente. Son ya 276 artículos publicados. Se pudiera editar un libro con todo lo escrito. Revisando, he notado que sobresalen temas como el internacional, nuestras relaciones externas, historia, política nacional, geopolítica, en fin, los que más me apasionan.
Parecería que este es un trabajo sencillo, pero cuando se lo hace responsablemente, toma tiempo. Hay que estar atento a las noticias para escoger temas oportunos e interesantes, recabar información, indagar datos en enciclopedias y el internet, en fin, estar suficientemente inteligenciado para escribir con conocimiento de causa. En los artículos hay que respetar el límite editorial de tamaño del texto, corregir la gramática, ortografía y redacción. Con esta práctica semanal he mejorado mi uso del idioma.
El expresar mi opinión sobre diferentes temas, a pesar de los riesgos que eso implica con las actuales políticas intolerantes de la revolución ciudadana, me satisface, me produce una especie de desahogo intelectual. Sin embargo, en los próximos meses voy a suspender la colaboración periódica con este diario. Nada tiene que ver esto con insultos o amenazas que pudieran provocar mis escritos, ni la dirección del diario me ha sugerido discreción, sencillamente, he sido aceptado para hacer un postgrado en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, y prefiero suspender el compromiso durante mi ausencia para concentrarme en esos estudios.
Muchos pensaran que estoy medio loco porque continúo estudiando en mi sexta década de vida. Realmente no necesito otro doctorado, pero desde hace unos años me entró la inquietud de ahondar en el concepto de don Jacinto Jijón y Caamaño que nuestros pueblos costeros constituyeron una especie de “liga de mercaderes”, fueron los fenicios de América. Ciertamente, la balsa permitió que los antiguos manteño-huancavilcas, y sus antepasados, comerciaran productos en el Pacifico americano. Los cronistas fueron testigos de esa actividad y expediciones españolas subsiguientes comprobaron la navegabilidad de las embarcaciones aborígenes. Para conocer la antigüedad de esa comunicación oceánica hay que investigar vestigios arqueológicos, de transferencia tecnológica, desarrollo agrícola y origen botánico de especies comunes. En fin, es un proyecto a mediano plazo para lo cual el programa de la universidad andaluza es muy pertinente. He aceptado colaborar como columnista invitado, así que espero que esta despedida sea solo un ¡hasta luego!
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO