Emigración y Competitividad
Desde hace unos años acá, las ansias de emigrar de una gran cantidad de ecuatorianos se ha venido incrementando y debemos reconocer que de los muchos que se han ido, la mayoría ha tenido bastante éxito en conseguir trabajo y progresar en otros lados. Nuestros compatriotas, radicados en Nueva York, California, Madrid o Italia, son generalmente conocidos como buenos trabajadores, responsables, joviales y amables, lo que les ayuda a mejorar sus condiciones laborales y en muchos casos a independizarse y formar sus empresas propias. Se va gente de todo tipo: de bajo nivel educacional y de renombrados títulos universitarios, de las clases más bajas y pueblos más remotos hasta los de niveles más sofisticados en las grandes ciudades. Se van dejando familias desoladas y esperanzas perdidas; se van con afán de superación insatisfecho en su propia patria; se van a otras tierras a encontrar trabajo y un mejor futuro.
Esta dolorosa emigración ocurre porque en nuestro Ecuador no hay trabajo. Muy pocos, propios o extraños, quieren invertir bajo las condiciones creadas por nuestros líderes políticos. Nuestro país no es competitivo frente a otros países en vías de desarrollo. A pesar de ser una “isla de paz”, porque no hay guerrilla ni narco-producción y de tener una moneda dura que nos ayuda a la estabilidad económica, no somos atractivos para nuevas inversiones que aumenten las plazas de trabajo.
Veamos unas pocas razones por las que sufrimos de falta de competitividad.
Las leyes laborales, por ejemplo, estipulan cuarenta horas semanales de trabajo, mientras vecinos nuestros trabajan 48 o 44 horas. La empresas tienen que pagar 15% de utilidades a sus trabajadores a parte del impuesto a la renta; en Chile, Brasil o Costa Rica ese invento de nuestros líderes no existe. La seguridad social, porque no ha tenido competencia, es muy cara para empleados y empleadores, sus servicios médicos son tan malos que muchos afiliados duplican sus gastos y escogen mejores opciones para atender su salud.
El sistema judicial esta politizado y corrompido, las últimas evidencias lo confirman. La seguridad que brinda la policía es mediocre y su trabajo se vuelve aún más ineficiente por la corrupción tanto social como judicial.
Los servicios básicos, como la electricidad, tienen un precio mucho mayor que en nuestros vecinos andinos por la ineficiencia de las compañías de distribución, algunas controladas por líderes sindicales y otras por ahijados de líderes políticos.
En fin, al Ecuador no le falta competitividad porque tenemos una población de vagos o tontos, la prueba está en el éxito de nuestros compatriotas emigrantes. Tampoco es porque nos falten recursos agrícolas, pesqueros, artesanales o mineros; más bien, hemos sido bendecidos con abundantes recursos. Nuestra falta de competitividad ha sido creada por líderes sindicales y políticos trasnochados que han pretendido favorecer al pueblo con falsas promesas. Lo que le han dado es desocupación y desesperanza.
Esto tiene que cambiar o continuará el desangre de la Patria. El gobierno tiene que trabajar con los congresistas, los líderes partidistas, los miembros de la Corte Suprema y con la participación de los ciudadanos para reformar leyes y sistemas haciendo competitivo al Ecuador. No hay tiempo que perder.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO