Elogio a un virtuoso ciudadano
Ya poco se acostumbra en Guayaquil elogiar al pie de sus tumbas a ilustres ciudadanos fallecidos. Y no es porque nos hayamos americanizado, porque en los Estados Unidos es común hacer sentidas evocaciones ante el sepulcro de los que se van al mundo espiritual. Y es que es importante resaltar la vida de ciudadanos, que por su trabajo fecundo, dejan profunda huella en la historia de las ciudades y naciones para que sirvan de ejemplo a las presentes y futuras generaciones y para que aprendamos a emular lo bueno y despreciar lo que afecta negativamente a nuestros ciudadanos.
En esta desafortunada etapa guayaquileña, nacional y latinoamericana de escándalos de corrupción, no sólo propiciados por deshonestos funcionarios públicos, sino también por desvergonzados e inmorales banqueros y empresarios privados y cuyos efectos perjudican a la sociedad entera, es necesario elogiar la memoria de aquellos que han brillado como eficientes y honrados emprendedores de negocios, que además sobresalen en su compromiso por la superación social de los más pobres, a través de filantropía y trabajo voluntario. Por eso debemos en estas líneas elogiar la trayectoria de hombres con la talla de Don Antonio Pino Ycaza, quien falleció en Guayaquil hace pocos días a los noventa y tres años de edad, para que sirvan como ejemplo de responsabilidad personal, familiar y empresarial y de dedicación al avance social de sus conciudadanos.
Don Antonio fue hijo del historiador Don José Gabriel Pino Roca. Aprendió a trabajar en comercio desde muy joven y, gracias a su espíritu empresarial, a los veinte y cinco años había instalado ya su propia empresa, la que supo conducir con rectitud, eficiencia y éxito por casi setenta años: un mérito notorio considerando las crisis por las que ha atravesado nuestro país en las últimas décadas. El lucimiento de la carrera de Don Antonio se ha debido al empeño y dedicación con que hizo sus labores. Caballero a carta cabal, reconocido por la honradez y seriedad con que cumplía sus compromisos, respetado y querido por sus empleados por la gran calidad humana que lo distinguía y que lo comprometiera personalmente con el bienestar de sus allegados y dependientes.
Preocupado por el progreso de su ciudad, sirvió a muchas instituciones públicas como la Cámara de Comercio de Guayaquil, el Comité Ejecutivo de Vialidad del Guayas, la Comisión de Tránsito del Guayas, el Club de Automovilismo y Turismo, entre otras. Pero donde el excelso ciudadano concentró sus afanes humanitarios fue en la Junta de Beneficencia de Guayaquil, la Fundación Cardiológica De Corazón a Corazón, Hogar de Cristo y la Sociedad de Lucha contra el Cáncer. Sus intervenciones filantrópicas no fueron meramente económicas, sino que se destaca su valiosísimo aporte como voluntario ejerciendo por más de treinta años la función de Inspector en varios hospitales de la H. Junta de Beneficencia del Guayas, como la Maternidad Enrique Sotomayor, el Alejandro Mann, el Roberto Gilbert. Por sí solo, el haber cumplido esos delicados compromisos con dedicación y responsabilidad como él lo supo hacer, es suficiente para resaltar el nombre de Don Antonio Pino Ycaza.
Que su vida como ejecutivo íntegro, filántropo comprometido con los más pobres y cristiano cumplidor de sus obligaciones sea un ejemplo para esta y las futuras generaciones de Guayaquil.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EXPRESO