El mensaje del 24 de enero
La tarde del 24 de enero se conglomeraron en el Bulevar 9 de Octubre, el malecón Simón Bolívar y las calles aledañas más de trescientas mil personas, la mayor concentración política en la historia del Ecuador, para apoyar el proceso de transformación que viene realizándose en la ciudad desde hace más de quince años y rechazar la perversa cultura de confrontación que utiliza el presidente Correa contra el alcalde Nebot, instituciones guayaquileñas y cualquier persona que ose criticar o rechazar alguna de sus precipitadas propuestas o frecuentes denuestos.
La masiva concurrencia ciudadana al llamado del primer funcionario municipal se debe por un lado, a que ecuatorianos y extranjeros que residimos en esta hermosa urbe huancavilca hemos vivido la extraordinaria transformación de Guayaquil en los últimos quince años. De una ciudad sucia, desorganizada, descuidada y peligrosa, la metrópoli ha pasado ha ser una ciudad de primera clase como su eslogan antes decía, con mercados limpios y ordenados, parques y parterres floridos, amplios y coloridos pasos a desnivel que descongestionan el trafico, malecones en el río y el estero llenos de atractivos culturales y sociales. La transformación llega incluso a barrios alejados por lo que hay satisfacción y expectativa por el continuado trabajo en todos los niveles socioeconómicos del pujante puerto. Los guayaquileños el 24 de enero le dijeron al presidente, deje que la libérrima ciudad progrese sin pretender obstaculizar su desarrollo. Si las corporaciones municipales para construir y operar el aeropuerto, la terminal terrestre, el malecón, el registro civil y otras obras han funcionado con agilidad y eficiencia, no hay que destruirlas, más bien hay que imitarlas; pudieran dar más efectividad a la gestión gubernamental que lo que sucede con el excesivo uso de “emergencias”.
Los guayaquileños también participaron en el multitudinario mitin para reclamar al mandatario sus constantes insultos y actitud intolerante contra empresarios que con su esfuerzo y trabajo producen riqueza y empleo para ecuatorianos, e incluso contra damas que dedican su vida para aminorar las deficiencias sociales de los más pobres del país. El intemperante ambiente que produce la verborrea presidencial ahuyenta nuevas inversiones que pudieran evitar que muchos ciudadanos continúen emigrando y motivar a que otros regresen a su Patria. La inmensa multitud que se reunió en el centro de Guayaquil parecía decirle al Presidente ¿Por qué no habla menos y gobierna más?
Han pasado quince días de la gigante demostración pero no hay señales claras que el mensaje fuera oído en Carondelet. Ojala, por el bien de la nación, que el Presidente recapacite y comience a actuar con madurez y sabiduría. El fue elegido por un pueblo que anhela cambios que fortalezcan la democracia y le den posibilidades de progreso en su propio país, no para tener un mandatario que actué con prepotencia y arrogancia como si fuera “dueño del país” y experimente con fórmulas dogmáticas ya fracasadas en otros lugares que aumenten el desempleo y la pobreza en Ecuador.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO