Caballo Loco
Cuando en Perú subió a la Presidencia hace veinte y seis años, el joven grandullón y prepotente líder de un tradicional partido de izquierda, creó grandes expectativas. La preocupación de muchos se debía a que el impetuoso personaje, a quien ya se conocía con el mote de “caballo loco”, tenía un excelente discurso populista pero casi ninguna experiencia administrativa.
En su afán por cumplir con sus demagógicas ofertas y agresivos denuestos contra la empresa privada, nacionalizó el sistema financiero, aumentó los subsidios y gastos del gobierno por encima de las posibilidades estatales y ahuyentó a inversionistas nacionales y extranjeros. En pocos años los índices de inflación y desempleo subieron a niveles incontrolables, el malestar impulsó el crecimiento de un radical y cruento grupo terrorista, el desorden administrativo del gobierno erosionó su credibilidad y surgieron escándalos de corrupción. El primer gobierno de Alan García terminó sin pena ni gloria y pocos meses después debió afrontar acusaciones de ilícitos que lo llevaron a exiliarse en Colombia y Francia por varios años.
Sus sucesores, Alberto Fujimori, Valentín Paniagua y Alejandro Toledo siguieron un diferente camino para propiciar el desarrollo de la nación peruana, impulsaron inversiones nacionales y extranjeras y restablecieron el crédito internacional, lo que permitió reconstruir y aumentar la deteriorada y escasa infraestructura hidroeléctrica y vial. Estas acciones encaminadas a aumentar la generación de riqueza en vez de distribuir la pobreza, permitieron afrontar con éxito movimientos subversivos y restablecer la paz en el vecino del sur.
En el 2006, Alan García volvió a ganar las elecciones presidenciales y muchos temían que mantenga sus idealismos demagógicos y lleve al traste los progresos alcanzados. Sin embargo, el impulsivo líder en sus años de destierro se había transformado en prudente estadista. Ha establecido acuerdos comerciales con países más desarrollados que incrementan exportaciones de alimentos, vestimenta y otros productos industriales, y construido oleoductos y vías que permiten aumentar la producción de hidrocarburiferos y minerales. Los resultados son tangibles, el crecimiento del PIB por persona en los dos últimos años ha estado encima del 9%, las exportaciones superan los 30 mil millones y las reservas también, lo que le permitirá afrontar la crisis internacional sin mayores contratiempos.
Alan García pasó de ser un rebelde idealista, que en su primera presidencia socavó la economía peruana, a ser un pragmático y prudente mandatario que esta propiciando un acelerado desarrollo que disminuye la desocupación y la pobreza entre los habitantes del Perú. Ojala este ejemplo sea seguido por otros mandatarios aparentemente bien intencionados pero desafortunadamente mal orientados.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO