El conflicto colombiano
El impasse diplomático ocurrido recientemente entre Ecuador y Colombia tiene su principal origen en los encuentros armados entre el ejército y fuerzas subversivas del vecino país en la zona fronteriza. Estos enfrentamientos armados entre colombianos se deben a la política del gobierno de recuperar espacio territorial que ha estado bajo control de los guerrilleros, algo que el Ecuador ha venido reclamando desde hace algunos años. Otra causal son declaraciones desacertadas del Presidente Álvaro Uribe, las cuales parecen ser parte de la campaña por su reelección en la que está liderando la preferencia popular, en parte gracias a su política agresiva contra la subversión.
Es difícil especular cuánto tiempo más durará el conflicto interno colombiano, al fin y al cabo, esta etapa guerrillera tiene ya más de cincuenta años. Más aún pudiéramos decir, sin contar los pocos y cortos periodos de paz y convergencia política, que en Colombia desde la independencia siempre han habido rebeliones armadas. Desde que acabó la guerra fría, los ingresos de los guerrilleros han dependido solamente de secuestros y narcotráfico. Como el mercado principal de la droga está en las calles de Norteamérica, esto ha sido la excusa para que Estados Unidos incluya a este conflicto en su política contra la narcodependencia.
Los ecuatorianos estamos involucrados en este grave conflicto del vecino, queramos o no. Existen más de 500 mil emigrantes y refugiados colombianos en nuestro país, tenemos una frontera selvática y escurridiza que impide un control totalmente efectivo, hay lazos comerciales y de hermandad histórica entre nuestros pueblos. Por esos mismos motivos debemos estar listos a apoyar la resolución del conflicto cuando Colombia inicie el proceso de paz con las FARC, como ya lo está haciendo con otros movimientos armados.
Parte del Plan Colombia por el cual los Estados Unidos apoya a ese país en su guerra contra la narcoguerrilla, es el uso de la Base de Manta, que los ecuatorianos permitimos sin un buen análisis de beneficios y bajo promesas incumplidas de apoyo al control que hacen nuestras fuerzas armadas en la frontera norte. No sólo que Ecuador no ha recibido los millones ofrecidos por no someterse y levantar la inmunidad de norteamericanos en nuestro territorio, sino que esta instalación militar no ha servido siquiera para evidenciar la trasgresión colombiana, lo que hubiera evitado la tardía y dudosa excusa colombiana y aminorado el desafortunado impasse diplomático.
Ecuador hace bien en aplicar una estricta política de no intervención militar en el conflicto colombiano y a pesar del alto costo, continuar con los esfuerzos para evitar que se establezcan en nuestro territorio campamentos guerrilleros además de asistir a civiles desplazados. Colombia debe agradecernos, colaborar con la asistencia a los refugiados y respetar nuestra soberanía, sin pretender como parece hacerlo Uribe, que participemos en su guerra. Con prudencia y respeto mutuo, se evitarán impasses que distraen a los ecuatorianos de la búsqueda de soluciones a los graves problemas internos y afectan nuestras tradicionalmente buenas relaciones con el vecino del norte, junto al que ahora tenemos que negociar acuerdos comerciales con naciones poderosas.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO