La Muralla Gringa
De llegarse a construir el muro más largo del mundo en su frontera con Méjico, según la entusiasta aprobación de los congresistas estadounidenses, éste tendría importantes parangones históricos: la pared que construyen los israelíes con el afán de contener a terroristas palestinos, el famoso muro de Berlín que intentó parar la huida de alemanes orientales del comunismo, las murallas de China y de Adriano levantadas para impedir el ataque de mongoles y celtas a sus imperios. Su propósito sería impedir que continúe la ola migratoria que está recibiendo desde América Latina y que amenaza la hegemonía anglosajona en los Estados Unidos.
Pero esa muralla estaría destinada al fracaso como lo han estado las que la precedieron, a pesar de la enorme inversión superior a 1000 millones de dólares y el uso de la más alta tecnología. Los millones de empobrecidos mejicanos y demás habitantes al sur del río Grande, atraídos por la inmensa oferta de empleo que ofrece la subsidiada agricultura, la construcción y los servicios en Norteamérica, encontrarán otras maneras aún más peligrosas para alcanzar su sueño de prosperidad. Así lo demuestran los ecuatorianos y peruanos, que en su afán de llegar a Chicago o Nueva York realizan primero una riesgosa travesía en el Pacífico hasta Guatemala o El Salvador eludiendo visas impuestas entre latinoamericanos para dificultarles la ansiada y costosa emigración.
Hay otras políticas que Estados Unidos puede aplicar para aplacar la esperanzada y creciente migración sin aumentar el drama humano que existe por la inmigración ilegal. Ésta es ocasionada por la prosperidad y gran oferta de empleos en ese país frente a vecinos al sur que no encuentran caminos que les permitan progresar al ritmo necesario para satisfacer a sus poblaciones. Eliminar subsidios agrícolas afectaría a grandes empresas norteamericanas pero permitiría subsistir y desarrollar la agroindustria en Latinoamérica, aumentado la ocupación de potenciales inmigrantes. Una flexibilización en la negociación de los tratados comerciales para que estos, en vez de encarecer medicinas, superen barreras fitosanitarias, provean financiamiento a pequeños campesinos, faciliten el traspaso de tecnología; en fin, impulsen el desarrollo de los países del sur. Esto funcionaría mejor que cualquier ignominiosa barrera que el Senado y el Gobierno pudieran ratificar. Se debe controlar la oferta laboral con exigencias de legalidad a las empresas; pero aumentando la inmigración legal, legalizando a residentes, creando nuevas formas migratorias que permitan trabajadores temporales y domésticos, para que no se afecte el crecimiento económico de la Potencia del Norte por escasez de mano de obra.
Latinoamérica, por su lado, debe aplicar políticas para impulsar su desarrollo sin demagógicas ideologías y nacionalismos que atrasan e impiden el progreso de sus pueblos. La solución tampoco está en algunas políticas fundamentalistas del FMI que han demostrado su fracaso. El fortalecimiento institucional, la democratización de los partidos políticos, la generación de empleos, la lucha contra la corrupción y la seguridad ciudadana, son prioridades de las que depende el progreso de la región, la satisfacción o sangría de su recurso humano. La costosa muralla gringa no solucionaría nada.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO