Muerte en vías
El último accidente fatal ocurrido cerca de la laguna de Yambo, en el que él conductor de un bus que cubría la ruta Cuenca-Quito se quedó dormido, precipitándolo barranco abajo, ha ocasionado que se debata sobre correctivos que deben hacerse en el transporte público ecuatoriano.
Hay algo podrido en el sistema de cooperativas de transporte, en el que no hay empresa responsable de la calidad de los vehículos o idoneidad de los conductores. Se dice que muchos propietarios de buses son oficiales, activos o retirados, de la autoridad vial, en cuyo caso habría un conflicto de intereses en el control de vehículos y cumplimiento de normas. El sistema de puntos recientemente establecido es una farsa, pues a pesar de perderlos todos, esos choferes siguen al volante. En las terminales terrestres no hay control del estado vehicular o del conductor, ni siquiera uno visual, que prevendría la salida de un vehículo con llantas lisas.
No he tomado en Ecuador un bus interurbano en mucho tiempo, pero lo he hecho en Argentina, España y Estados Unidos, y observado que se utilizan simples sistemas que seguramente han disminuido mortales percances viales. En una ocasión viajaba en bus entre Buenos Aires y una población a 300 kms. de distancia, comenzó a sonar una alarma que le advertía al conductor, y a los pasajeros, que se había sobrepasado el límite de velocidad, en menos de un minuto debía regresarse al establecido y el evento se registraba en una especie de caja negra, ubicada a la entrada del vehículo, a la que oficiales de tránsito abrían para revisarla en paradas establecidas, o de improviso en media vía. Un eficaz sistema para controlar el exceso de velocidad.
En un viaje entre Bilbao y Madrid me sorprendió que el bus se detuviera por veinte minutos en un centro de servicio, a pesar que el viaje era de menos de cinco horas y el vehículo tenia baño. Era una parada obligatoria para descanso del conductor. En Estados Unidos he visto como después de cinco horas se releva al chofer, simplemente el cansancio es demasiado cuando se conduce por más tiempo. Ambas medidas son para evitar que el conductor se duerma en el volante y ocasione terribles desgracias.
La inseguridad en el transporte público ecuatoriano es producto de falta de controles adecuados, irresponsabilidad de propietarios y conductores, corrupción y contubernio de autoridad y gremio de transportistas. El mejoramiento y señalización de las vías es beneficioso, pero no suficiente. Deben corregirse procedimientos para conceder licencias profesionales de manejo, hacer que se cumplan las leyes vigentes y establecer simples sistemas de control que han probado ser efectivos en otros países. ¡Que no tengamos que esperar otros nefastos infortunios como el que acaba de truncar tantas vidas, para que el gobierno implemente medidas que disminuyan el peligro en el transporte público!
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO