Momias cocteleras
Con lo complicado de las relaciones interestatales en Suramérica, era improbable que tuviera éxito la reunión extraordinaria de Ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa realizada en Quito el martes pasado, dispuesta por los presidentes de la región el 28 de agosto en Bariloche, para “que en pos de una mayor transparencia diseñen medidas de fomento de la confianza y de la seguridad de manera complementaria a los instrumentos existentes en el marco de la OEA…”.
La escalada armamentista es evidente en nuestro Continente: el Presidente Chávez con su lenguaje agresivo preconiza “vientos de guerra” en la región, formaliza la compra de armamentos, incluido misiles, a Rusia y tecnología nuclear a Irán; Colombia ofreció transparentar su convenio con Estados Unidos, pero exige primero que se diseñen medidas para el control del trafico de armas, narcotráfico y terrorismo; Brasil, que por su tamaño e influencia le correspondería asumir liderazgo, prefiere no explicar la multimillonaria compra de aviones y tecnología a Francia; Chile evita detallar sus inmensos gastos militares que exceden a los que tienen en conjunto sus tres vecinos, Perú, Bolivia y Argentina.
Muy difícil tarea tiene el Ecuador, que le corresponde ejercer la Presidencia de la Unión de Naciones Suramericanas, para lograr conciliar intereses y crear medidas que fomenten la paz y seguridad en la región. El Presidente Correa, a pesar de haberse referido a miembros del servicio exterior como “momias cocteleras”, deberá recurrir a profesionales diplomáticos para cumplir con la grave responsabilidad asumida y evitar que se repita el tremendo fracaso del encuentro de Quito.
Es verdad que para cumplir con los objetivos planteados por los presidentes de Unasur se necesita voluntad de los estados miembros, pero también es fundamental la habilidad y experiencia del que dirige la reunión. Se debe preparar agendas precisas luego de consultas previas con los participantes, documentos y estrategias de trabajo para asegurar que se llegue a conclusiones. Es posible que en el documento final de una reunión se concluya que se ha llegado a acuerdos en algunos objetivos pero no en todos, en ese caso, se establece el mecanismo para continuar las conversaciones.
Por lo que conocemos, nada de eso ocurrió en Quito. Las declaraciones de los ministros colombianos dan a entrever que se sintieron acosados con la exigencia de mostrar el acuerdo que negocian con Estados Unidos, sin que la reunión se dedique, como se acordó en Bariloche, a establecer “mecanismos concretos de implementación y garantías para todos los países aplicables a los acuerdos existentes con países de la región y extrarregionales”. Si Ecuador no recurre a diplomáticos experimentados, que si los tiene, para coordinar y dirigir las delicadas reuniones regionales, podría presidir el fin de la novel institución integracionista.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO