Miedo al hampa
Los guayaquileños, y porque no decirlo gran parte de los ecuatorianos, vivimos preocupados del asalto, secuestro u otro crimen que nos pueda caer encima. No importa el nivel social o económico de los ciudadanos, igual nos puede atacar el hampa en cualquier lugar o momento. Este abrumador auge de la delincuencia afecta a la seguridad humana garantizada en todo estado y sobre la cual la extensa Constitución de Montecristi solo dice que se hará “a través de políticas y acciones integradas, para asegurar la convivencia pacífica de las personas, promover una cultura de paz y prevenir las formas de violencia y discriminación y la comisión de infracciones y delitos.”
El problema no es sencillo solucionar, hay aspectos legales, judiciales, policiales y administrativos que deben afrontarse para controlar a la rampante delincuencia. La penosa muerte del hijo de un joven periodista ha logrado que el Presidente se conmueva del clamor ciudadano y se dé prioridad al tema. Es bueno que el Gobernador del Guayas haya visitado al Alcalde de Guayaquil para plantearle el reinicio del trabajo con la Corporación de Seguridad Ciudadana, la que estaba dando frutos, pero fue interrumpida por el gobierno en su afán de pugna con el ejecutivo municipal.
La criminalidad es un mal de todas las sociedades, unas se organizan para controlarla más eficaz y eficientemente que otras, en nuestro país existen absurdas leyes que afectan la seguridad, como ejemplo: por fallas del sistema judicial se liberan malhechores, las penas no son fuertes ni se acumulan, hay impunidad para criminales jóvenes así tengan derecho al voto. Cuando se racionalicen se deberá ampliar el sistema penitenciario para albergar a todos los que deben encerrarse y ser rehabilitados.
El estado debe emprender la transformación del poder judicial, se necesitan más y mejores jueces, pues hay mucha corrupción, rezago y desidia en el sistema. La policía debe descentralizarse y contar con métodos modernos de inteligencia e investigación para proveer una efectiva prevención y castigo de crímenes.
El propio discurso presidencial debe moderarse, una cultura de dialogo y trabajo en equipo, como dispone la máxima ley, es necesaria para acometer con éxito la tenaz lucha que el estado ecuatoriano debe acometer para aliviar a la ciudadanía del feroz acoso criminal al que está siendo sometida.
El miedo al hampa atenta contra el bienestar ciudadano pero también contra cualquier afán de inversión o nuevos emprendimientos en múltiples actividades productivas. Es difícil esperar un crecimiento del turismo internacional si cientos de visitantes se ven afectados por el incontrolado crimen. Si el estado no actúa con inteligencia y energía, el país puede caer en un círculo vicioso: más criminalidad, más desempleo, más criminalidad. ¡Grave posibilidad!
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO