La transformación de Guayaquil
Hace más de quince años comenzó la extraordinaria evolución física, social y cultural de la ciudad de Guayaquil. Quienes aquí vivimos y los que la visitan disfrutamos de las avenidas arboladas, amplias y elegantes calzadas, malecones del río y del estero, museos y sitios de esparcimiento. Jóvenes y viejos deportistas aprovechan las múltiples canchas y espacios de juego, los ciudadanos utilizan con gusto el nuevo y moderno sistema de metrovía que acorta el tiempo en que se recorre la extendida urbe, humildes vendedores que interrumpían la vía pública hoy ocupan locales en mercados generales y especializados ubicados en diferentes puntos de la ciudad.
Esta increíble transformación comenzó a gestarse luego de que la ciudad estuvo sumida por casi tres lustros en un terrible caos; la basura inundaba las calles, cloacas pestilentes y abiertas eran un peligro para los transeúntes, algunos propietarios irrespetaban las líneas de fabrica robando espacios públicos, morosos en el pago de impuestos justificaban sus retrasos por la ineptitud municipal. Los guayaquileños nos avergonzábamos de la ciudad. ¡Cuánto ha cambiado todo!
Muchos pasos a desnivel que facilitan el tráfico están artísticamente decorados y los parterres son bellos espacios verdes y floridos. Hospitales de día y centros de salud municipales atienden gratuitamente y muchas obras sociales y para los más pobres reciben apoyo municipal como también lo hacen instituciones culturales. El municipio porteño publica más libros al año que todas las otras municipalidades del Ecuador juntas, esto marca el renacer cultural de la cosmopólita metrópoli.
En el casco central, las iglesias han sido hermoseadas, los cables de luz enterrados y las calles adoquinadas por lo que es un gusto tener que recorrerlo, algo que antes causaba malestar. El nuevo Terminal aeroportuario es eficiente y cómodo y el Terminal terrestre no le pide favor a ninguno europeo. La ciudad con estos cambios se está convirtiendo en un Centro Internacional de Convenciones y atractivo turístico sudamericano, algo impensable hace solo diez años.
Los ecuatorianos debemos estar orgullosos de la Perla del Pacifico y admirarla como lo hacen los extranjeros que la visitan. La transformación de Guayaquil es tomado como ejemplo internacional de cómo una ciudad, con esfuerzo y dedicación de sus autoridades y civismo de sus habitantes, puede cambiar su destino. Por eso sorprende y molesta la actitud del primer mandatario contra la ciudad y sus autoridades, en vez de promover que todas las ciudades emulen los logros del principal puerto, como ya lo han hecho Quito, Cuenca y Loja, por ejemplo, el Presidente critica y ataca pretendiendo al parecer, destruir el orden y eficiencia alcanzados.
Los justos deben reconocer y apoyar las buenas obras a pesar del desagrado que le puedan causar sus gestores.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO