¿La política aleja a la inversión?
Luego del debate de candidatos presidenciales organizado por la Cámara de Comercio de Guayaquil, que a pesar de las criticas recibidas, fue beneficioso para que conozcamos el pensamiento y la forma de actuar de los postulantes, el moderador Oppenhaimer ha comentado que los políticos ecuatorianos parecen estar compitiendo para espantar inversiones. Lo que no conoce el periodista argentino es que los potenciales inversionistas nacionales o extranjeros no necesitan de los políticos para espantarse. Los altísimos costos de energía eléctrica y la retrógrada legislación laboral y de seguridad social ya les dan suficientes razones para ir con sus proyectos a otros países.
Desde comienzos de los noventa, con la aplicación de políticas neoliberales, se desechó la inversión estatal en proyectos hidroeléctricos. Estos debían ser realizados por la empresa privada. Grandes proyectos como Mazar, San Francisco, Jubones y otros que estaban planificados realizarse desde la época de la dictadura militar, quedaron en el papel y la producción de energía barata quedó trunca. El país pasó a depender de proyectos termoeléctricos costosos e ineficientes y de la compra de energía a Colombia y Perú al precio de la más alta tarifa que se factura. No se llegó a aplicar la privatización de las distribuidoras eléctricas ni se ha profesionalizado su administración por lo que éstas son en su mayoría ineficientes y politizadas, no pagan a los productores públicos o privados si no después de recibir el periódico “apoyo” estatal.
El código laboral ecuatoriano se basa principalmente en leyes aprobadas en la década de los treinta cuando nuestro Congreso estuvo dominado por la tendencia socialista y se implantaron normas aplicadas en los países más avanzados en estos aspectos, como la distribución del 15 por ciento de las utilidades a los trabajadores. Posteriormente, impulsados por políticos populistas, se establecieron varios sueldos adicionales, cuarenta horas semanales de trabajo y otros supuestos beneficios laborales. Todo esto mientras en Colombia se trabajan 48 horas a la semana y en Perú 44, no existe en esos países distribución de utilidades a trabajadores ni sueldos adicionales que encarecen el costo de la mano de obra y que nos convierten en un país poco competitivo.
Nuestro sistema de seguridad social debe ser uno de los más costosos e ineficientes del hemisferio. El aporte de empleadores y trabajadores supera el veinte por ciento del salario, sin embargo el servicio de salud es tan malo que los afiliados muchas veces se endeudan para acudir a otros hospitales o incurren en costos adicionales al contratar seguros privados. El Congreso intentó modernizarlo con una ley que ha tenido pobres resultados, no sé si por mala concepción de la misma o por su mala aplicación, pero lo cierto es que aún no tenemos en Ecuador cuentas individuales de acumulación que nos permita planificar nuestra pensión de jubilación como en otras naciones donde se ha modernizado la Seguridad Social.
Por eso, nuestros políticos no pueden espantar las inversiones. Los inversionistas no vendrán al Ecuador mientras exista un alto costo de energía, prebendas laborales que no existen en países vecinos y un sistema de seguridad social caro e ineficiente.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO