La Perla del Pacífico
Queremos escribir de cosas positivas, que eleven nuestro espíritu, a pesar de que es difícil no comentar sobre el bochorno que nos causa a muchos ecuatorianos, la diplomacia meliflua y babosa con que actúa la cancillería, que hace parecer incluso que desprecia nuestros intereses soberanos para estar al servicio del mandatario venezolano. Pero no, expongamos mejor la estupenda transformación que ha devuelto el brillo a la “Perla del Pacifico”.
A mediados de los años cincuenta, Guayaquil apenas pasaba de medio millón de habitantes, pero contaba con buenos servicios, agua, luz, teléfono y transporte estaban disponibles para los ciudadanos como en las mejores urbes del continente en esa época. Pero en los treinta años siguientes, la ciudad sufrió de explosivo crecimiento demográfico, demagógicas y caóticas invasiones de tierras, inestabilidad e ineficiencia en administraciones municipales, corrupción política y burocrática e indisciplina ciudadana; terribles males, que juntos hicieron la ciudad un desastre, calles y veredas con tremendos huecos, basura por doquier en parques y parterres, vendedores ambulantes y materiales de construcción entorpecían el tránsito peatonal y vehicular, el alcantarillo rebosaba y el agua potable enfermaba, en fin, un sitio desagradable para vivir, nos avergonzaba cuando debíamos recorrerla con visitantes nacionales o extranjeros. Recuerdo que regresando de Cuenca con mi familia, mi hija de ocho años me preguntó: Papá, ¿por qué vivimos en una ciudad tan fea y sucia?
Debemos recordar esa deshonrosa época para apreciar la transformación que en tres lustros, gracias al empeñoso trabajo de dos alcaldes, la ha convertido en una de la ciudades más bellas de América, orgullo de todos los ecuatorianos. Hoy Guayaquil está llena de hermosos parques, cuenta con espacios deportivos y recreativos, agua potable de calidad y alcantarillado sirven a la mayoría de la urbe, el aeropuerto, terminal terrestre y puerto marítimo ofrecen servicios excelentes que compiten con los mejores del mundo, cruces viales agilitan el tráfico, árboles y coloridas plantas adornan calles y parques; un cambio total a la penosa realidad de pocos años atrás.
Falta mucho por hacer, expansión del moderno sistema de transporte público, alcantarillado y pavimentación en áreas periféricas, reciclaje de desechos sólidos, más reordenamiento urbano, entre otras obras, en una ciudad que sigue creciendo en acelerado ritmo; pero el principal problema es uno nacional que requiere de muchas instituciones para controlarlo, la inseguridad. Guayaquil presta hoy excelentes servicios a sus ciudadanos, pero los asaltos, asesinatos, y secuestros se han duplicado en los últimos años. Es imperativo que el gobierno nacional termine sus confrontaciones con el Municipio y actúe contra el auge delincuencial.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO