La cultura del escándalo
Uno de los mayores defectos de los ecuatorianos es el buscar motivos reales o creados para escandalizar a la opinión pública, no importa si en el proceso se difama a personas o instituciones. Me parece que muchas presunciones de corrupción son agrandadas por políticos y medios para tapar los verdaderos problemas. Poco espacio se le da a buenas noticias, a resaltar la memoria de hechos y personajes ilustres. Dicen que lo malo vende más, quizás por eso se exageran o alteran circunstancias de ciertos hechos, para hacerlos parecer peor de lo que son.
Un caso de estos es el que ha afectado a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, algunos obispos y la Iglesia Católica. Una providencia fiscal descabellada busca delito y presume perjuicio al Estado en una transacción de recuperación de los depósitos de diversas comunidades e instituciones religiosas realizada por la Curia. En esa negociación, se entregaron certificados de depósitos programados a cambio de propiedades que estaban en manos de la banca, operaciones que también se hicieron con otras entidades y personas. No conozco detalles de la transacción de marras que ha causado tan injustificado alboroto, ni de otras del mismo estilo, pero habría que ver en cuales realmente se perjudicó el Estado. Viendo las dificultades que tiene la Agencia de Garantías de Depósitos para mantener miles de bienes raíces que aún posee, pudo haber sido mejor que otros depositantes se hubieran resarcido con esos bienes y no permitir su deterioro o las pérdidas por invasión que ahora ocurren.
El colmo de la estupidez de esta exagerada acusación de corrupción es el malinterpretar una disposición de la Ley de Comercio de 1906 para aducir que entidades y personas religiosas no pueden comprar, vender o alquilar bienes o propiedades. Ni los más intolerantes a las libertades religiosas y la igualdad de los ciudadanos han pretendido aquello, pero periodistas y políticos han dicho que la transacción sería ilegal por la participación de clérigos en ellas.
Ha habido críticas a religiosos que tienen propiedades. Puede ser que algunos tengan lujos exagerados, pero no todos los cristianos deben tener la vocación de San Francisco y vivir en completa austeridad. El no hacerlo, no descalifica su fe, caridad y amor al prójimo, que son la esencia del cristianismo.
Creo que no hubo ningún delito, ni siquiera ha habido afán de lucro por parte de la Iglesia Católica. Tan sólo buscó recuperar depósitos retenidos en los bancos por la crisis en el sistema financiero. Fondos necesarios para la vida de los clérigos y las obras sociales y religiosas que realizan. Sin embargo, el escándalo creado ha dejado una impresión completamente diferente.
No se si la acusación y el estrepitoso bullicio alrededor de la misma haya tenido mala fe, o simplemente, es fruto de ignorancia y afán de protagonismo, pero es parte de esa cultura del escándalo que pervierte al Ecuador. Lo pervierte porque hace creer que todo esta podrido en el país. Les quita a nuestros jóvenes la poca esperanza en el futuro, si aún les queda.
Políticos y periodistas debemos tener prudencia antes de hacernos eco de cualquier acusación. Analizar hechos, circunstancias, legalidad, fuentes, antes de lanzar lodo injustamente causando daños a la fe ciudadana y a la reputación de personas e instituciones.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO