Inseguridad ciudadana
Hace casi diez meses escribí sobre la percepción de muchos ciudadanos de que existía un incremento en el nivel delincuencial y opiné que un factor importante para ese auge de inseguridad era el aumento de desempleo. Desde entonces, las estadísticas de empleo se han desmejorado y, aunque los registros oficiales no lo muestran significativamente, la delincuencia ha aumentado.
Como experiencia personal, durante el último feriado, mientras en Quito fueron asaltados dos familiares en una farmacia a pocas cuadras del hotel, en Guayaquil un sobrino que utilizó un taxi fue sometido a un secuestro “express” hasta la madrugada siguiente, para que hiciera dos retiros de cajero automático. Ninguno de estos casos fué reportado, ¿para qué?, fue la respuesta que tuve cuando pregunté. Lo mismo ocurre con muchos delitos, los ciudadanos prefieren no perder tiempo ni paciencia al hacer la denuncia. Esa debe ser la razón por que el gobierno no crea que exista un problema creciente de inseguridad ciudadana y no haga nada para contrarrestarlo.
Mi impresión de la gravedad del problema no es aislada, he leído cartas en medios escritos de ciudadanos que expresan su preocupación; en una encuesta de opinión en julio de este año hecha por “Monitor”, como percepción del principal problema de Guayaquil esta “la inseguridad pública y delincuencia” con más del 88%, en Quito este problema es el principal pero compite con “el tráfico vehicular” como los más graves de la capital. A nivel nacional, se percibe a la corrupción, desempleo e inseguridad como principales problemas.
He sostenido, y reitero mi apreciación de, que la ruptura de relaciones con la vecina Colombia incide negativamente en el control delincuencial. Más aún, el éxito de ese país en su lucha contra las FARC y otros grupos narcoterroristas, ocasiona que entre los más recientes refugiados se filtren guerrilleros retirados, para instalarse en nuestro país. En las noticias hemos visto que organizaciones de “derechos humanos” de izquierda les facilitan identificaciones a los refugiados. ¿Cuántos de estos individuos engrosan las filas de desempleados y delincuentes? Más que nunca, para mejorar la seguridad ciudadana, es preciso que exista una buena colaboración entre los cuerpos policiales de los dos países, y eso no es posible sino existen fluidas relaciones diplomáticas. El pedido de “perdón” del Presidente Uribe, por la incursión militar que afectó nuestra soberanía, y la promesa de respetarla en el futuro son suficientes para que los dos estados hermanos normalicen relaciones.
La retórica y acciones anti-empresariales del gobierno producen mayor desempleo, lo que tiene un efecto directo en el aumento delincuencial, y la rotura de relaciones con Colombia facilitan el ingreso de experimentados delincuentes al país. De no producirse cambios, la inseguridad ciudadana seguirá agravándose.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO