El llanero solitario
Con ese nombre conocimos en las historietas de los años cincuenta y sesenta al valiente vaquero del oeste americano que enfrentaba solo y a balazo limpio a los hampones de la comarca. Hoy, en la primera década del siglo XXI, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, quiere ser un moderno llanero solitario que utiliza la más sofisticada maquinaria bélica para arrasar a cualquier país donde se escondan los tentáculos de lo que él califica como el eje del mal.
Después del terrible atentado contra las torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001, empezó el gobierno norteamericano, con el apoyo de naciones europeas y musulmanas, la guerra contra el terrorismo del grupo Al-Qaeda. El régimen fundamentalista de los talibanes en Afganistán pudo ser abatido fácilmente porque la coalición de afganos del norte, que luchaba aisladamente contra esa secta de fanáticos, recibió armamento, entrenamiento militar, apoyo logístico y una amplia cobertura aérea. Los que hayan quedado de Osama Bin Laden y su grupo de terror están ahora sin la protección oficial de ningún gobierno. Nos parecería que la continuación de esa lucha debería consistir principalmente en acciones de inteligencia para acabar con los vestigios de los terroristas y en búsqueda de soluciones a los causales del odio anti-norteamericano del extremismo islámico.
Sin embargo, otras son las direcciones por donde se enrumba el presidente Bush. Contrariando las opiniones de los líderes de la Unión Europea y de los líderes de los principales aliados árabes de los Estados Unidos, está preparando a su país para una guerra con Irak. Cree que el gobierno de Saddam Hussein está buscando la posesión de armas de destrucción masiva y que debe prevenir su posible utilización. Funcionarios del gobierno de Bush creen que él podría ir a la guerra sin la aprobación previa del Congreso de la Nación porque ésta no sería sino parte de la Guerra del Golfo de hace diez años.
Por otro lado, el presidente norteamericano es el único líder que apoya incondicionalmente las políticas del primer ministro israelí Ariel Sharon de responder los ataques terroristas de palestinos con represalias de igual naturaleza y tolera el no-cumplimiento por parte de Israel de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU conducentes a la creación del estado palestino, posición que exacerba aún más los ánimos de los pueblos árabes.
En el ámbito de los foros internacionales sobre la atmósfera y el desarrollo sustentable, el líder de la mayor democracia del mundo también difiere radicalmente con la mayoría de las naciones del mundo, incluyendo a sus tradicionales aliados.
Por esa política belicista independiente, con acciones alejadas de la voluntad general de los estados expresada en el foro de las Naciones Unidas, al presidente Bush se está dando la fama de vaquero justiciero y llanero solitario. Debemos esperar que el Congreso de esa gran nación controle las acciones del Presidente antes de que éstas hagan estallar un polvorín que puede afectar no sólo a los ciudadanos de los países contra quienes decida atacar y a los propios de su país, sino a los del mundo entero.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO