Cisnes Salvajes
Ese es el título del libro que publicó Jung Chang en 1994 en el que describe la vida de tres hijas de China: su abuela, su madre y ella misma. Ellas vivieron los drásticos cambios que convulsionaron a la mayor nación del planeta durante el siglo pasado. Los padres de Jung fueron altos funcionarios del gobierno comunista en la provincia de Sichuan, por lo que ella y su familia experimentaron de cerca el surgimiento, evolución, excesos y atrocidades de la dictadura maoísta instalada en el poder a partir de 1848.
Chang relata las bestiales campañas organizadas por Mao para fortalecer su control del poder. La de 1958, el “Gran Salto Adelante”, en vez de superar a las naciones capitalistas en producción de acero, provocó una terrible hambruna en que perecieron millones de personas. Cuando el Mariscal Peng advirtió la escasez alimenticia que sobrevendría por el uso de campesinos en metas industriales y el falseo de cifras de producción agrícola, se deshizo de él. Al ver los funestos resultados, echó la culpa a revisionistas soviéticos y capitalistas malvados.
La “Revolución Cultural” que se inicio a fines de 1965 fue aún más atroz y despiadada, se adoctrinaba a todos, a través del miedo, con el culto a Mao. Dice Jung Chang de cuando era adolescente: “Se nos adiestraba para contemplar como enemigo a cualquier persona-incluidos nuestros padres-que no se mostrara totalmente leal a Mao”. Los jóvenes de la guardia roja se lanzaban contra profesores y funcionarios “sospechosos”, solo por opinar diferente a las consignas del Presidente. Connotados lideres como Deng Xiaoping y muchos altos miembros del partido comunista cayeron en desgracia. Mao y un pequeño grupo dirigido por su vengativa mujer dominaron el poder por encima de cualquier organización partidista.
“Cisnes Salvajes” me ha hecho pensar sobre como Mao y otros brutales dictadores del siglo XX adquirieron inmenso poder absolutista. Stalin, Franco, Mussolini, Hitler en Europa, así como Somoza, Trujillo, Pinochet y otros en Latinoamérica, concentraron todos los poderes incluyendo el electoral y judicial, acallaron a sus opositores así sean de su propio partido, dominaron los medios de comunicación y los colmaron de propaganda para crear un aberrante culto personalista.
Las redes sociales que se forman con internet y celular pueden marcar una diferencia en las dictaduras de este siglo, pues será más difícil que unos pocos controlen toda la información. Jóvenes egipcios convocados electrónicamente se han volcado a las calles para decirle basta a Mubarak, quien gobierna desde hace 30 años. Solo la pobreza de los cubanos, que tienen poco acceso a la modernidad, impide que ellos conozcan la realidad mundial y acaben con el régimen que los oprime, pero no les será tan fácil a los aspirantes a dictador del siglo XXI engañar a sus pueblos.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO