Cambios en Cultura política
Se avizora que el año que iniciamos será uno de grandes cambios políticos en el Ecuador. Ya sea el Congreso o más probable una Asamblea Nacional, deberá realizar reformas constitucionales que son necesarias para fortalecer la democracia en el Ecuador. Los cambios más reclamados son: voto voluntario para que se respete la libertad individual, elecciones pluripersonales por distritos para eliminar la poco democrática plancha, autonomías regionales y fortalecimiento municipal para servir mejor a los ciudadanos, despartidización de cortes, tribunales y organismos de control para disminuir la corrupción y democratización de partidos para acabar con caciques políticos y sus avasallados seguidores.
Lo más importante y lo más difícil es seguramente esto último porque implica un cambio radical en la cultura política ecuatoriana. Sin verdaderos partidos en los que se respete la opinión individual, se toleren discrepancias y se practique internamente la democracia, no alcanzaremos la madurez política necesaria para lograr estabilidad que permita el desarrollo social y económico del país.
Si nuestros partidos fueran democráticos, eficaces y eficientes para impulsar el bienestar ciudadano, no necesitaríamos sino dos o tres agrupaciones, puesto que no hay más que esas diferentes tendencias políticas. En Ecuador lo que en realidad existe son organizaciones populistas que responden a personas o pequeños grupos, y otros que se iniciaron con base ideológica y espíritu democrático y luego se convirtieron en instrumento de poder personal de líderes ensimismados; pero no hay agrupaciones políticas amplias que se ocupen de capacitar a sus afiliados y estudiar los problemas nacionales para encontrar bienestar y prosperidad para los ciudadanos.
La construcción de verdaderos partidos es una necesidad democrática del Ecuador y de otros países latinoamericanos que sufren esta misma falencia y no es una tarea fácil puesto que no sólo implica cambios en disposiciones constitucionales o legales sino en la cultura misma de líderes y ciudadanos. El individualismo tiene raíces profundas por lo que es difícil para muchos aceptar liderazgos colectivos, los más jóvenes son más dados al trabajo en equipo pero ésta no es aún una práctica generalizada. En los partidos tradicionales se denomina Jefe Supremo al Director, este nombre se presta para actitudes autoritarias; no existe la costumbre de elegir democráticamente a dirigentes y candidatos sino que el mandato del líder y componendas internas resuelven quienes son los asignados.
Si queremos fortalecer la democracia, lograr estabilidad política nacional y enrumbar el desarrollo social y económico del país debemos cambiar nuestra cultura política, eso es tanto o más importante que los cambios constitucionales que el Congreso o la Asamblea Nacional deberán realizar en el 2007.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO