Descarado cinismo
Luego de la valiente denuncia del Alcalde de Azogues, confirmada por algunos otros alcaldes de otros municipios del país, se destapó el escándalo que desentrañó la existencia de una bien organizada mafia en el Ministerio de Economía que cobraba elevadas comisiones a los municipios y a sus contratistas a cambio de la asignación de partidas extrapresupuestarias. Sólo conocemos la punta del ovillo; pero con la conocida deficiencia y corrupción en nuestros sistemas fiscal y judicial, es probable que nunca conozcamos la extensión y los detalles de este nuevo y bochornoso episodio de la vida nacional.
Se especula que los fondos asignados suman más de cien millones de dólares y que los “gastos” repartidos entre los partícipes de la corruptela llegan al cuarenta por ciento. Todo esto mientras el Fondo Monetario Internacional se resiste a apoyar financieramente al país, entre otras cosas porque acusa al gobierno de falta de austeridad y disciplina en el gasto público. Los congresistas implicados en el trafico de influencias se defienden acusando y amenazando a su vez a los congresistas investigadores. Los funcionarios involucrados del ministerio confirman que el Ministro estaba al tanto de todo. Éste a su vez afirma que los cambios de partidas los conocían el Presidente y su hermano. Todos se lavan las manos y esperan que la impunidad prevalezca nuevamente y que los ciudadanos pronto nos olvidemos de este nuevo atraco de fondos públicos.
Más allá del grado de responsabilidad y participación del ex ministro Emanuel en este entuerto, que en principio deberá de ser determinado por los jueces competentes, nadie que razone sobre los eventos que se han conocido podrá creer que él no tenga ninguna culpa. Si él no lideró las actividades de la mafia repartidora de partidas y recolectora de comisiones, debió al menos tolerarla y solaparla. Si él nada sabía, entonces era un incapaz que no controlaba lo que ocurría en la cartera a su cargo, puesto que puede un subalterno fallarle a un ministro, pero no todo un grupo de colaboradores por un largo período sin que éste se percate.
Ahora resulta que el ministro despilfarrador de un presupuesto desfinanciado, posiblemente involucrado en el reparto de asignaciones con comisiones amarradas o, al menos ignorante de los atracos de sus colaboradores, quiere aún ser candidato a Presidente. ¡Tamaño descaro! ¿Pensará el ex ministro que los ecuatorianos somos sordos y mudos? ¿O que los electores queremos seguir sufriendo con los lacerantes ataques de la corrupción? El ex ministro no tendrá el respaldo de ningún partido y, peor aún, obtendrá las firmas necesarias para ser candidato independiente. Pero con su intención ha demostrado ser cultor de un descarado cinismo. Descarado cinismo que corroe la política ecuatoriana.
Este cinismo político continuará existiendo mientras no acabemos con la completa impunidad ante delitos de corrupción. Sólo un sistema judicial fortalecido política, moral y económicamente puede ser el gestor de este cambio. Los ciudadanos y nuestros representantes debemos impulsar este fortalecimiento y participar activamente en la lucha contra la corrupción.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO