El Ocaso de la Partidocracia
Los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales ecuatorianas nos han dado más de una sorpresa. Una de ellas es el constatar que la sumatoria de la votación de las candidaturas no vinculadas a los partidos políticos tradicionales de nuestro país: las encabezadas por Lucio Gutiérrez, Álvaro Noboa, León Roldós, Jacinto Velázquez, Ivonne Baki, César Alarcón y Antonio Vargas exceden el sesenta por ciento de los votos positivos de los electores, esto es, de los que no son blancos ni nulos. Ese altísimo porcentaje es un rechazo a los partidos ecuatorianos y a su manera antidemocrática de ejercer la política. Los nulos y blancos podemos considerarlos como de rechazo a todos los candidatos y al propio sistema democrático.
En efecto, la tenaz insistencia del Dr. Rodrigo Borja tampoco le bastó esta vez para volver al solio presidencial; los obstinados esfuerzos del Ing. León Febres Cordero no fueron suficientes para evitar un aparatoso fracaso del fiel socialcristiano ungido como candidato; poco pudieron hacer los mensajes del Abg. Abdalá Bucaram para evitarle un sexto puesto para su hermano y menos le sirvió el enciclopedismo ni el idealismo al Dr. Osvaldo Hurtado para lograr más del uno por ciento de la votación. Todos los candidatos de los líderes de la partidocracia ecuatoriana juntos no superaron el cuarenta por ciento de las preferencias electorales de los ciudadanos.
Para aquellos que no estén familiarizados con el término, Partidocracia es el sistema partidista dominante en la democracia ecuatoriana en la cual los líderes se convierten en amos absolutos de la voluntad de sus coidearios, disponen cuáles deben ser los candidatos y los puestos que habrán de ocupar en las listas, así como también los castigos a que deben someterse los afiliados que han desobedecido sus disposiciones. Se opone a la creación de distritos electorales que disminuirían el número de diputados que deben escoger los electores en las provincias grandes y a la misma disminución del total de éstos, puesto que se nutre con el sistema del voto en plancha, que evita pensar a los electores más sensibles y le permite hacer campaña por colores o números en vez de ideas y proyectos. En sus campañas, la Partidocracia prefiere exhibir a sus patriarcas e incluir artistas o deportistas populares en sus listas para alcanzar mejores resultados, en vez de renovar a sus obsecuentes conmilitones que se perennizan de esta manera en el Congreso Nacional. En la Partidocracia ecuatoriana, los líderes ocupan su lugar hasta la muerte y no admiten competencia ni desarrollo de nuevos liderazgos, a no ser los de sumisos que ellos crean poder controlar. Los que quieren incursionar en la política ecuatoriana, o se someten a la dictadura partidista, o deben iniciar un nuevo movimiento, de los que ya tenemos más de veinte.
A los tradicionales partidos ecuatorianos no les gusta ninguna de las dos opciones que tenemos para la segunda vuelta electoral y al ganador le van querer dificultar el ejercicio de la Presidencia, como lo han hecho con todos los presidentes anteriores que no fueron de su bando. Ojalá me equivoque y esta vez los líderes partidistas entiendan que es necesario que lleguen a un amplio acuerdo de gobernabilidad que los comprometa con los cambios que necesita la democracia ecuatoriana para su fortalecimiento y el progreso del pueblo. De no ser así, el próximo presidente y el país entero deben prepararse para largas batallas entre los poderes del Estado. Finalmente, el pueblo será el que tenga la última palabra y dirá si ha llegado el ocaso de la Partidocracia.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EXPRESO