Estado de Corrupción
Los escándalos de corrupción protagonizados por algunos principales ejecutivos de grandes empresas en los Estados Unidos nos demuestran que este vicio esta presente en todas las sociedades, aún en las más organizadas del mundo. Como cualquier otro delito, la corrupción es un mal que nos afecta en mayor o menor grado a todas las naciones. La diferencia esta en la capacidad de reacción de los diferentes estados frente a estos hechos. Enseguida de producido el primer escándalo financiero en Norteamérica, el de la empresa Enron, empezaron en Washington amplias investigaciones en varias instituciones ejecutivas y judiciales; incluso, en el Congreso de la Unión se convocaron audiencias de comisiones especiales para analizar los hechos y recomendar cambios legales que corrijan las falencias que permitieron los grotescos abusos de ejecutivos inescrupulosos. Pocas semanas después el Presidente envió un proyecto de ley, rápidamente considerado por las cámaras para controlar y fortalecer los castigos contra funcionarios de empresas que traten de engañar al estado y a sus accionistas con estados financieros alterados. Por otro lado, cortes judiciales aplicando leyes existentes anteriormente han logrado que algunos de los ejecutivos involucrados en ilícitos se encuentren reos por los daños causados a miles de inversionistas y empleados de las empresas que dirigían.
Así que hacen mal los que creen que los escándalos financieros norteamericanos demuestran que en todas partes se cuecen habas y que por lo tanto el problema de moralidad pública latinoamericano no es tan grave. El problema del Ecuador y de algunos de nuestros países vecinos es mucho mayor que el de países más prósperos, porque aquí la mayoría de los casos de corrupción quedan en la impunidad. En los últimos tiempos en Ecuador, los casos de corrupción son cada vez más frecuentes y cada nuevo escándalo cubre al anterior. Los denunciados se defienden atacando a los acusadores o lavándose las manos. Las malas investigaciones y los lentos procesos judiciales son la generalidad y no la excepción. Todo esto conspira a favor de la impunidad y ésta a la vez provoca más casos de corrupción. Una creciente espiral que nos ha hecho caer en un desafortunado estado de corrupción.
Se mencionan cifras derivadas de investigaciones internacionales de que la pérdida anual del Estado ecuatoriano por corrupción es de alrededor de dos mil millones de dólares. Si contamos los daños ocasionados por decisiones inducidas por beneficios personales y no de la comunidad a más de los causados directamente por la generalizada corrupción, ciertamente esa cifra es creíble. Imaginémonos nomás todo lo que pudiera hacerse para mejorar la educación y salud de los ecuatorianos y para promover proyectos de desarrollo que generen utilización de mano de obra con todo ese dinero. No tendríamos la desgracia de tener ciudadanos que buscan desesperadamente emigrar del país para encontrar empleo y un mejor futuro económico para sus hijos en otros lugares.
En menos de sesenta días estaremos en las urnas para votar por un nuevo Presidente. Es necesario que tomemos esa decisión con mucha responsabilidad; debemos analizar con conciencia las propuestas y los antecedentes de los candidatos y poner especial consideración a su actitud y posición frente a la corrupción. Para combatir este gravísimo mal debemos elegir a un líder decidido a enfrentarla con firmeza y sin contemplaciones. Deberá trabajar conjuntamente con el Poder Judicial, quienes deberán autodepurarse para poder acabar con la impunidad, savia putrefacta de la corrupción. Debemos ser cautelosos al definir nuestra decisión, no hay que creer todo lo que se oye pues hay muchas acusaciones sin fundamentos. Es importante que si no estamos decididos por un candidato todavía, dediquemos parte de nuestro tiempo en las próximas semanas escuchado y leyendo las propuestas de los candidatos para evaluarlas y decidir adecuadamente. Nuestro voto es importante para cambiar al Ecuador. ¡Quizá encontremos un líder que empiece a romper el estado de corrupción que nos ahoga!
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EXPRESO