Reacción y reflexión
Cuando me enteré de la masacre perpetrada en la revista Charlie Hebdo sentí asombro e indignación. Luego supe que los caricaturistas y directores del semanario estaban amenazados de muerte por fundamentalistas islámicos por dibujar al profeta Mahoma, que también se burlaban de otros líderes e imágenes religiosas de manera irreverente, además de hacer mofa de políticos franceses y mundiales. Antes del atentado el medio estaba en dificultades económicas por bajo tiraje y pocos anunciantes, y que los funcionarios procuraban salir adelante con el afán de ejercer su derecho a la libre expresión. Aunque me disgustan algunas sacrílegas caricaturas que ha publicado la revista, respeto su derecho a hacerlo. Admiro la valentía con que el semanario se expone a la barbarie del fanatismo religioso por ejercer un derecho que les otorga la ley francesa. Por eso: ¡Yo también soy Charlie!
Vi con fascinación como después del atroz crimen, miles de ciudadanos franceses demostraban con velas y pancartas su rechazo al violento atentado, luego la multitudinaria manifestación convocada por su Presidente para demostrar la voluntad nacional de defender el derecho a la libertad de expresión. Millones salieron a las calles de Paris y cientos de miles en otras ciudades francesas. Una nación orgullosa de ser la cuna de Voltaire, cuyo pensamiento es la base de la “Ilustración liberal” que desde fines del siglo XVII Francia legó al mundo, y que desde entonces viene oponiéndose a todo fanatismo e intolerancia religiosa. Esto me ha hecho renovar mi sentida admiración por la nación francesa, donde se originan y protegen con convicción y firmeza las ideas liberales de libertad, representatividad y democracia.
La terrible tragedia ha provocado sentimientos de solidaridad en el mundo entero. También ha desnudado una difícil realidad social en las principales naciones europeas: la existencia de una creciente minoría islámica, inmigrantes y sus descendientes, donde hay células fanáticas que no aceptan los principios de tolerancia que imperan en las sociedades donde viven. Ante estos grupos, algunos marginados económicamente, se enfrentan peligrosos extremismos xenofóbicos que rechazan la presencia islámica en Europa. Solo un gran esfuerzo de reflexión, dialogo, tolerancia, comprensión y control puede evitar una escalada terrorista.
El violento ataque al audaz medio francés que utiliza el humor para criticar gobiernos y religiones, ha levantado un interesante intercambio de opiniones sobre los límites a la libertad de expresión. Es una oportunidad para que en Ecuador, donde esta libertad está estrictamente regulada y controlada por el Régimen, se abra nuevamente al debate. Mientras el Presidente Correa exteriorizaba su rechazo a la violencia contra franceses por ejercer ese derecho, periodistas y caricaturistas acosados por la mordaza de la ley ecuatoriana, denunciaban que: “En este país, la crítica y la sátira también son calladas, no por el terrorismo sino por el Gobierno”.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO