Osama y Obama
La muerte de Osama Bin Laden, musulmán fanático que había declarado una guerra de terror contra Estados Unidos, ocurrió pocos meses antes del décimo aniversario del mayor ataque terrorista del mundo, terrible suceso en el que cuatro aviones fueron secuestrados y utilizados para envestir, con pasajeros adentro, contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono. El cuarto avión no se estrelló contra su objetivo, seguramente la Casa Blanca, sino que por acción de valientes pasajeros, lo hizo contra la campiña de Pensilvania. A partir de ese fatídico 11 de Setiembre de 2001, los norteamericanos y ciudadanos del mundo entero hemos experimentado cambios en medidas de seguridad aplicadas, especialmente en viajes aéreos. Los EE.UU. iniciaron una guerra contra el gobierno talibán que protegía al terrorista saudita, primero, y contra el régimen de Sadam Hussein en Irak, después. Aunque a inicios de la guerra en Afganistán se pensó que pronto caería el que ideó el brutal ataque terrorista, las esperanzas se fueron diluyendo cuando el gobierno de George Bush distrajo ese principal objetivo norteamericano con la guerra en Irak.
El Presidente Barack Obama reorientó las acciones, apresuró la salida de tropas de la nación árabe para concentrar los esfuerzos militares en Afganistán, y dispuso que la agencia de inteligencia buscara al terrorista Bin Laden. Cuando tuvieron una pista confiable, Obama ordenó una efectiva acción militar en el corazón mismo de Pakistán, donde el infausto Osama vivía escondido en una zona urbana cercana a la capital Islamabad.
El éxito del operativo se logró por la reserva del mismo, el Presidente de Pakistán recién fue informado mientras este estaba ocurriendo, pues se sospechaba de la complicidad de alguna autoridad de ese país con el grupo terrorista. La acción militar no solo eliminó al temible Bin Laden, también obtuvo valiosa información de sus computadoras. Los objetivos y resultados del temerario acto nos recuerdan al de los colombianos contra el guerrillero Reyes en Angostura hace tres años, donde tampoco se respetaron normas de derecho internacional.
Las oportunas y pragmáticas decisiones de Obama han servido para que su imagen crezca y se mejore la perspectiva de su candidatura para reelección. Más importante es que el Presidente estadounidense está usando su levantado prestigio, y el gran poder inherente al cargo, para presionar a lideres israelitas y palestinos a que depongan posiciones extremistas que impiden encontrar soluciones al prolongado conflicto de Oriente Medio. Es muy acertado este empeño de ese mandatario, pues difícilmente se verá el mundo alejado de riesgos terroristas mientras no haya una justa solución al problema palestino. Solo cuando eso ocurra disminuirán fanatismos religiosos que ponen en riesgo la paz mundial.
Dr. Benjamín Rosales Valenzuela
Publicado en: Diario EL COMERCIO